Domingo 10: Bratislava de mi vida

Y lo es, vaya que si lo es. Hemos dormido plácidamente a pesar de los olores del baño y el ruido del extractor. Importante, si vienes, cierra la puerta del baño siempre; por lo menos, en la 322. El desayuno es copioso y continental, con los típicos arenques, aceitunas, sardinas escabechadas, ensalada de pimientos y variantes que a todos nos encantan a las 9 de la mañana. Un poco de fruta, un bagel y unos cereales para mí y Sonia unos huevos revueltos con café.

Nos duchamos, me peleo con el tapón del baño y bajamos a recepción a pedir un taxi. Voy a pillar el paraguas por si llueve, ahora vengo. El taxista es kurdo, muy majo y en 15 minutos y por 16 pavos nos deja en la station. Merece la pena. Aquí vamos directos a la máquina a sacar los billetes precomprados y para mi sorpresa, lo hacemos en un periquete: me temía que hubiese que hacer algún límite o integral, que ya me he olvidado de hacerlos. En la tienda de la estación por fin encuentro una funda chula, negra, para mi móvil. Y me regala otra!!! Normal, por 20 pavos...

En el andén 11B está el tren de Praga (tarda 4 horas) y al irse, enseguida, llega el nuestro. Subimos, intentamos no pisar los restos del botellón de anoche y a las 10:45 nos movemos. Puntualidad vienesa. Me pongo a escribir que a las 11:44 llegamos a Bratislava. Joer, para mucho pero ni 30 segundos: casi se tiene que tirar y subir la gente en marcha.


Llegamos a Bratislava sin darnos cuenta siquiera de haber cruzado la frontera: Bratislava es la única ciudad del mundo que hace frontera con 3 países: Austria, Hungría y la propia Eslovaquia, claro. Salimos de la estación y pillamos un taxi: nos saca un estoque eslovaco y nos lo clava entre los omóplatos mientras que con un trabuco austrohúngaro nos mete u rejón de muerte de 30 pavazos, el muy hijo de la gran Eslovaquia. Como adorno, en el lateral de su asiento lleva un bate de béisbol que supongo que será para charlar con los amables ciudadanos que no quieren pagar o que quieren adueñarse indebidamente de su dinero: no da mucha tranquilidad esto para vivir en Bratislava, la verdad. Pero nos deja en el centro que es lo que importa... El muy hijo de Eslovaquia...


Empezamos a caminar por una callecita que da a una placita muy mona, preludio de la ciudad, por donde se llega tirando de frente... Casi 30 pavos el muy eslovaco... El ayuntamiento está tapado porque está de obras y delante hay una estatua enorme de Leopold o algo así. A la derecha, se llega a la puerta de San Miguel con su "rosa de los vientos" en el suelo que marca destinos y distancias. Parece una buena calle para comprar regalitos y adornos de Navidad. Los precios, casi como en Viena: el comunismo y las gangas se fueron hace mucho tiempo. Seguimos callejeando, perdiéndonos por sitios disfrutando de la patina del tiempo, visitando tiendas, estatuas como Man at Work, el sitio donde Mozart dio un concierto, lo mismo pasa con Listz...  Y llegamos al Danubio: mi primera vez. Vamo a ver, es grande, no lo niego, pero no nos calentemos... Si Gallardón hubiese llenado de agua el Manzanares serían muy parecidos. A lo lejos se ve el UFO por donde nos trajo un hijo eslovaco por 30 euros y enfrente, muy arriba, el castillo al otro lado del Danubio.


Buscamos un sitio que teníamos visto para comer pero no está cerca así que con el frío que hace nos paramos en el segundo garito que vemos, el Segnerová Kúria: me pido el menú número 1 y Sonia la pasta. Me traen el Goulash y parece ser que todo lo que había en la carta estaba dentro de la cazuela porque no me traen más platos. Reclamo. lo digo. en inglés. Me trae un strudel. Pagamos, un pis y de nuevo a la calle. Jolín, el frío ahora corta la cara porque casi se ha ido el sol. Volvemos a perdernos, vemos una iglesia, una bandera de España donde no te cobran 30 pavos por ir al auto en taxi en ningún lado y una chica con los pantalones por las rodillas, sudor en la frente y las manos en la hebilla del cinturón que se para detrás de una estatua y nos enseña su culo blanco. Antes de que salga lo que sabemos que va a salir nos largamos del lugar. Y bajamos hasta el Man at Work, que es una alcantarilla de donde sale un operario y donde todavía está la chopper musical ambulante y como son las 3 y media pillamos un taxi para ir a la estación de tren.



¡¡Cuidado!! Bratislava tiene dos estaciones: Petralka, donde llegamos y la Central, en la misma siudad y desde donde queremos irnos porque está más cerca, esperando que nuestros billetes valgan, claro. Me meto en el taxi con adarga antigua, coraza de los tercios, casco de la I Guerra Mundial y Sonia pregunta el precio. "Ten". "Sure?". "No english". "Pues ok". "Central Station". "Ok". No se que será de nosotros pero allá vamos. Por lo menos, no son 30 pavos. El conductor, mezcla de un preso de un gulag siberiano y de un delantero albanokosovar del Sporting de Bratislava, conduce como el hijo de Eslovaquia de la mañana, pero solo son "ten". Y llegamos. Sanos y salvos. Y Sonia al ver el poco trayecto cree que nos han tangao. Pero estamos vivos y en la Central Station.


Como por la mañana llegamos a la otra station, preguntamos a la taquillera si nuestros billetes valen para esta station y si es así, si nos podemos largar de Eslovaquia y su frío polar en el siguiente tren a Viena. La cara de la taquillera es la misma que la de una vaca mirando al tren. "No english" y tampoco tengo el chichi para ayudaros, dice en prefecto eslovaco mirando al suelo. Pero por suerte, una chica rubia aria nos presta su ayuda. "¡Oh, gracias! ¿Hablas alemán?" le pregunto. Pone la cara de la taquillera. Me acuerdo de los 30 pavos del taxista de vuelta. "No, hablo eslovaco porque aunque tenga esta cara de alemana, soy eslovaca. ¡Ah! Y me estoy tirando al taxista siberiano que os ha traído".


"Sí, podéis volver a Viena con estos billetes" "Gracias!. Así que nos vamos a la vía 1, frío eslovaco, hacemos la moviola y nos metemos, pedimos un café, llega el tren, casiatomarporculoelcafé y a las 16:38 dejamos a los hijos de Bratislava. El tren va hasta arriba de gente. Por lo que veo, vamos a volver por otro camino.  Es como si vas de Madrid a Barcelona por Zaragoza y vuelves por Valencia. En fin, que llegamos a Viena. Y para vivir más experiencias decidimos coger el metro. Preguntamos en el Info Point, esperamos la cola de los billetes, los validamos y a la linea U1 dirección nosequé, donde bajamos y hacemos transbordo a la línea verde hasta schoteringnoseuqé, cuando en realidad nos teníamos que haber bajado en la anterior, Schonosequé. Así que un paseíto y llegamos por fin al hotel.

Para cenar, después de varias dudas y de preguntar en el hotel, nos vamos al recomendado Landtmann pero es más un café que un restaurante así que siendo domingo y con todo cerrado nos volvemos al Zum Leopold para terminar el día con unos champis empanaos y un poco de pasta. Por cierto, del vino austríaco ni hablo.

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