Jueves 14: la maravilla de los lagos
¡¡¡Sol, ha salido el sol!!! Así que rápido nos levantamos y aseamos para poder llegar pronto a los lagos. Pasando de desayunar. Sacamos el coche y dejamos atrás Linz y sus miles de fábricas de extrarradio: no lo hemos visto como el sitio precioso que nos dijeron.
Al poco rato, el sol se va de vacaciones y aparece la nieve, la cual no nos abandonará en este trayecto: que por cierto, no puede ser más bonito ya que en cuanto dejamos la carretera principal a Salzburgo empiezan a aparecer los primeros montes, más rios y todos los campos nevados. El paisaje es espectacular y como por arte de magia, el sol aparece de nuevo en todo su esplendor con lo que el panorama no puede ser mejor. Estamos en las primeras estribaciones alpinas, en la Salzkammergut, casa de Heidi y Peter.
Hallstatt está en medio de un valle a orillas del lago del mismo nombre. En tiempos, fue famosa por las minas de sal y ahora lo es por el tanto por ciento que tienen de descuento los japoneses. están por todos lados, literalmente han inundado el valle. Aparcamos entre la nieve del parking y recorremos el pueblo que consta de una calle con tiendas y cafés con el lago a un lado y la montaña a otro. realmente no hay más pero el paisaje es para no olvidarlo. Momento de hacer mil fotos, todas con japos, una sin japos y otra con el dedo de una japo medioloca que solo quería hacernos fotos: origato y sayonara, baby.
De momento, Hallstatt se convierte en el highlight del viaje... Pero esto sigue, así que volvemos al Clio y a Gosau. Al llegar, descubrimos que se lo ha comido la nieve y que son 4 casas dispersas: poco más, así que ponemos rumbo a Wolfangsee para ver el lago y el resto de pueblitos.
¡Espera, marcha atrás! ¡Aquí vamos a comer! En medio de la nieve se abren varias casas desperdigadas y una de ellas parece que dan de comer así que padentro. Sonia pide pasta, arroz y carne del buffet y yo un plato lleno de fries, verduras y carne. Me pongo como el kiko.
De aquí al hotel solo quedan unos pocos kilómetros y cumplimos sin imprevistos. Por este lado del valle la nieve es menor y ya no nos cubre. El hotel está a orillas del Wolfangsee Lake y a escasa distancia de Sankt Wolfang por lo que nos preparamos para ir, a pesar de que la chica de recepción nos advierte de que todo está cerrado porque están preparando la Navidad. Por cierto, ha nacido Mathias, el pequeñín de la casa.
Sankt Wolfang es otro pueblo de cuento pero enfocado totalmente al turismo: casas de colores, tiendas de antigüedades, terrazas con tumbonas para tomar el sol, un embarcadero pequeño para visitar el lago y los otros pueblos... En fin, de cuento pero pequeño. Se antoja que será inolvidable. Sin embargo, justo al caer la noche y como al hombre lobo, la naturaleza de mis intestinos exige el pago de la copiosa comida y tenemos que volver corriendo al hotel, aunque estaba previsto en nuestro cuaderno de viaje (no éste, el otro).
Como siempre, descanso y bajar a cenar; hoy tocan las típicas gambas del lago Wolfangsee con un licor de la zona muy rico pero no recuerdo a qué me sabe...
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