Viernes 15: por aquí andaba Amadeus

Ya huele a fin de semana incluso en los lagos pero eso no hace variar nuestro ritual diario: despertarse, ducha, desayuno, checkout y partir hacia otro lado. Antes de irnos, paseíto por el embarcadero del hotel. Por cierto, las montañas que nos rodean no son los Alpes, me confirma la madre del pequeño Mathias.

Salimos hacia Sankt Gilgen que no está en el cuaderno de bitácora pero como somos mochileros y nos han dicho que es muy bonito pues nos vamos allá. Es una réplica casi exacta de Sankt Wolfgang con las montañas a la espalda y el lago a los pies. Aprovechamos para pasear, ver los miles de abetos que instalan para Navidad, enterarnos de que aquí nació la madre de Mozart, recibir a los japos que nos persiguen y hacer más fotos.


A media mañana, cogemos el Clio y partimos a la cercana Salzburgo, cuna de Mozart, que seguro tiene mucho que ofrecer.  Enseguida llegamos al Goldenes Theater Hotel, recibidos por un tontolaba recepcionista que nos pide hacer primero el checkin antes de aparcar, "y además no puedes aparcar en la puerta", "claro, ya lo intuyo pero como no me dices dónde está el parking...", "sí pero primero el checkin". Tontolaba.


Llegamos al parking, que está dentro de la montaña que rodea Salzburgo; cogemos maletas, habitación 105 también llamada Verdi, mis cositas y a la calle que hace un día estupendo. ¡Salzburgo nos espera!

Salimos del hotel en dirección al río Salzach por la Schalmooser Hauptstrasse que desemboca en la peatonal y llena de tiendas Linder Grasse donde aprovechamos para comprar chorraditas de Navidad, que aquí llega antes que a los grandes almacenes de España.


Tirando por la derecha se llega al teatro y bordeándolo se llega al puente que nos cruza a la otra parte de la ciudad, repleta también de tiendas y virtudes turísticas propias del lugar. Aprovechamos para atiborrarnos de salchichas en un garito de la plaza y con la panza llena, seguir la excursión por la ciudad. Está llena de iglesias y suntuosos palacios con enormes torres que salpican los tejados. Para acabar, llegamos a la Plaza de Mozart donde han instalado una pista de patinaje sobre hielo para que los lugareños se puedan escornar tranquilamente. Mozart desde su púlpito se descojona más que nosotros.


Tras esta plaza la ciudad casi termina en la Iglesia de los Cayetanos y empieza un agradable camino e vuelta al puente a la vera del río. Es momento ideal para tomar el típico Irish Coffe austríaco. Calentitos por el café y ya casi sin sol, volvemos al meollo de la ciudad para salir por el otro lado viendo más tiendas y comercios. El camino de vuelta nos devuelve a otro puente, el Makartsteg, lleno de candados colgando recuerdo de amores perdidos o nacidos aquí.


Hasta el hotel, un paseíto y a descansar antes de cenar. Para ello, buscamos un sitio recomendado al ladito del hotel pero está tan hasta arriba como los otros tres que encontramos. Afortunadamente, al salir del último, la camarera nos llama para entrar que hay unos señores pagando: hamburguesa de carne y pollo con pimentón; evidentemente, se venden mejor con los nombres de la carta. Hotel y a dormir.

Por cierto, por aquí usan todavía el trolebús.

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